Pero no se trata solo de una pasión compartida por tres millones de personas. Si vives en Uruguay o visitas el país, ni siquiera necesitas leer: basta con una recorrida por Montevideo para advertir la omnipresencia de la pelota redonda en el asfalto, el pasto y la arena. El entusiasmo alcanza su punto culmen en época de Mundial -el primero de los cuales Uruguay organizó y ganó en 1930-, cuando a la pasión por la pelota se le suma la pasión por la celeste.