Ayer, como casi siempre, lo falló absolutamente todo. Messi, como el señor mayor que ya es, temblaba de frío en la banda y pidió ropa seca para acabar el partido. Pero justo cuando una lluvia abrumadora, casi huracanada, parecía borrar al Barça de Valdebebas, y sumirle sin más en su destino trágico, Mingueza remató el 1 a 2 y el Madrid empezó a fallar lo que nunca falla.